«Conozco el mundo de Pablo Giordano porque es el mío propio. Cuando lo leo, vuelvo a tener doce años, vivo en San Francisco, me paso las tardes andando en bicicleta o leyendo al sol.
Su mundo es áspero y vital, el de la vida conservadora y tediosa de los pueblos, de las adolescencias perdidas, de la soledad y el resentimiento. (...)
Como pequeñitos animalitos amarillos, los personajes de Giordano se abren paso a través del mal, pero la suya es una maldad tierna, infantil. No nos queda más que perdonarlos, porque la historia ha sido ingrata con ellos, y se defienden como pueden. A los picotazos.»
Luciano Lamberti